Andrés Calamaro, el camino del Salmón (Parte I)

· Sometemos a un completo análisis al rockero argentino Aunque el género se le quede corto, no cabe duda de que el rock es aquel al que podemos adscribir con más naturalidad a Andrés Calamaro, sin duda sobrado de méritos para entrar en El Musiquiátrico bajo ingreso obligatorio. Además de por sus benditos y recordados arrebatos de locura (por el menor de ellos protagonizó una surrealista declaración en un juicio por apología de la droga), en Calamaro late la enfermedad, o filosofía, del Salmón, sobrenombre por el que también es conocido. Así, como el animalico, gusta de ir siempre a contracorriente, en el arte y fuera de él, lo que le ha llevado a caminos musicopáticos oscuros e insospechados, al tango, al flamenco o a la cumbia, a reivindicar y versionar a los grandes de cada género. Solvente con la guitarra y diversos instrumentos, pero destacando con los teclados, Calamaro militó en varios grupos en su juventud junto a músicos como Gringui Herrera, que luego lo acompañaría en diversos tramos de su carrera, Sergio y Eduardo Makaroff (Gotan Project) o Gustavo Cerati, si bien comenzaría a ganar fama al incorporarse como teclista a Los Abuelos de la Nada. Comandada por Miguel Abuelo, en la histórica formación argentina no tardaron en salir a flote las composiciones de Andrés, letrista preciso, exquisito, mordaz cuando debe y de lo más polivalente, que para 1984 ya tenía su primer disco en solitario en el mercado. Tras dejar la banda, y habiendo tocado con Charly García o Spinetta, se lanzó a grabar varios discos en solitario al tiempo que ejercía como productor, algo que lo sumergió aún más en su ya sobrealimentada musicopatía. En 1990, llega a España y forma Los Rodríguez, una de las bandas más importantes y epidémicas de rock en castellano, todo un fenómeno masivo en el que figuraban Ariel Rot, Germán Vilella y los desaparecidos Julián Infante y Daniel Zamora. Sobra recordar sus logros, el derroche de clase hasta el final y sus temas más señeros, como ‘Canal 69‘, ‘Sin Documentos’, ‘Mi enfermedad’ o ‘Aquí no podemos hacerlo’. Sin embargo, el verdadero destape a nivel de ventas de Calamaro llega tras el final del grupo y la publicación de ‘Alta Suciedad’, grabado con algunos de los mejores músicos de Nueva York, caso del maestro Marc Ribot, con composiciones redondas y memorables que van mucho más allá de ‘Flaca’ y ‘Loco’, temas explotados de más en las radiofórmulas. Sobre todo, conteniendo dosis musicales como ‘Media Verónica’, ‘Donde manda marinero‘ o ‘El novio del olvido’, con letras y una producción cuidadas al detalle, sin olvidarnos de la tremendamente psicotrópica ‘Nunca es igual’,...

Leer más
-
-
Ir a la barra de herramientas