Jordi Skywalker y los Caminantes del Cielo
Ago01

Jordi Skywalker y los Caminantes del Cielo

Para los libertarios más incorregibles del ideario musiquiátrico, hablar de Buenas noches Rose es como hablar del paradigma del rock and roll en castellano, de la rabia musicopática más corrosiva y purulenta que jamás se haya conocido, fuera o dentro de una mente musicalmente enferma y contagiosa. Son (aunque lleven más de una década sin estar) la ruptura con el orden establecido, al modo pseudo-punk. Fueron la consigna vesánica de la suprema entrega en cada concierto. Serán siempre la presunción de culpabilidad de los mejores momentos poéticos del rock nacional. Y por encima de todo, se perpetúan en el genio y el ingenio, el carácter y la divinidad, de una voz carismática y activista de la razón áurea de una estrella del rock circus: su front-man Jordi Piñol, más conocido del uno al otro confín como Jordi Skywalker. Dicho sea de paso y como de todos es sabido, el mismo virus endógeno que suele acabar con todas las bandas grandes de este país (091 incluido, por mencionar nuestro talón de Aquiles), también acabó siendo la causa de la degollación mental y emocional del quinteto madrileño Buenas noches Rose: “grandes críticas, mejores conciertos, pero pocas ventas”. Jordi Skywalker, «Corazón de Padre Atómico» En Buenas noches Rose, Jordi Skywalker era el adolescente rockero loco que cantaba por designio divino. Puro Glam, pura personalidad, pura escenificación, la desfogada puesta en escena de los deseos sonoros más reprimidos de todos sus públicos. Era un ser gigante sobre el escenario, un mago hipnotizante con el rock and roll y de una voz sobrecogedora. Pues bien, todo aquello desapareció. Un buen día de 1998 (justo antes de su multitudinario concierto junto a Prodigy), Jordi voló. Escapó de todo y de todos, huyendo libre, retirándose al Alma del Mundo para volverse a enamorar de la tierra y del cosmos, de la Naturaleza, del oso Yogui y de la madre que nos… vio nacer. Fueron doce años nada más y nada menos sin saber de él, al estilo del retiro obligatorio de Syd Barret (pero sin Guinness ni televisión), doce años de absoluto anonimato, vida nómada y escrupulosa pulcritud ecologista. Después de este retiro espiritual o a lo mejor como consecuencia de él, Jordi volvió en 2010 con la mochila de hippie llena de rock and roll carromatero, de música imperfecta, pura y sin prejuicios, que ya nada tenía que ver con su pasado glamuroso. Jordi regresó como vitalista cantautor carromatero , como padre del Rock ecológico, lanzado a la vida trashumante de su particular Bu-rock and Romatero y como creador de un discazo patológicamente completo y verdadero: “Corazón de padre atómico” 2010 (Paul Music/Discmedi). En este...

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