Tomás de Perrate, jondura surrealista
Jun22

Tomás de Perrate, jondura surrealista

Capaz de hacer unos tangos de Málaga (los «Tangos del Piyayo«) con una base reggae y embelesar. Meter «Un vestido y un amor» (adaptada como «Te Vi«) de Fito Páez en clave flamenca y no perder el aire antiguo, rancio, profundo, que caracteriza su cante. Tomás de Perrate, nuestro paciente de hoy, es un cantaor utrerano cuya musicopatía lo ha llevado a adelantarse a su tiempo, síntoma que puede provocar un destierro casi definitivo en el flamenco aunque en esta época las tensiones se estén relajando mientras, para mal o para bien, se difuminan sus fronteras. No obstante, pese a ser un abanderado del surrealismo procedente de una familia de leyenda, las de Perrate están donde él se las ponga, y el tiempo habrá de reconocerle su labor. Curiosamente, «Infundio», concepto que da título a su último disco, es clave para entender mejor esa locura inherente al flamenco. Definido por la RAE como «mentira, patraña o noticia falsa, generalmente tendenciosa«, el infundio va más allá si lo trasladamos al ámbito del flamenco. Es la absurdez perenne o el comportamiento extravagante de los que lo abrazan como religión. La gracia momentánea para hacer reír a los compadres aún con los ojos nublados por la pena, a la que se repudia por un momento. Así es el flamenco y ésta es su sintomatología, como diría Matías Prats. Versos como «si siempre fuimos los malos, llevamos la cruz de vivir intensamente» en el tema que da título al disco y que se nos presenta como otro palo del flamenco son sin lugar a dudas un anticipo del espíritu de este cantaor tan guasón como consciente de los tiempos que vivimos. Tomás de Perrate es peluquero, pues pese a sus devaneos con la locura sabe bien que el surrealismo no da de comer. Exceptuando, naturalmente, a algunos surrealistas de éxito. Tanto, que sublimaron la plata y arrinconaron al arte para ser, probablemente, los más ricos del cementerio. Pero ésa es otra historia. La del artista que nos ocupa arranca en 1964, año de su nacimiento, aunque habría que esperar a 1999 para que se decidiera a participar en alguna grabación, cosa que ocurrió con el disco colectivo «Navidad en Utrera». Tras participar con éxito, como cantaor o responsable, en diversos espectáculos y recibir el Giraldillo de la Bienal de Flamenco de Sevilla como artista revelación en 2002, no publica su primer álbum hasta 2005, momento en que sale a la calle «Perraterías». Un trabajo producido por el inefable Ricardo Pachón que arranca con ese reggae tan jondo como fresco y en el que diversos instrumentos ajenos en principio al flamenco se van incorporando...

Leer más

La Paquera o el cante inmortal

Sometemos a estudio a la cantaora jerezana, la Reina de la Bulería Poderío al cantar, transmisión, raíz y también dulzura son sólo algunos de los atributos de la cantaora a la que sometemos a estudio en El Musiquiátrico. Nos referimos ni más ni menos que a Francisca Méndez Garrido, La Paquera de Jerez, una de las voces femeninas más influyentes de la segunda mitad del siglo pasado, grande entre los grandes y propensa a provocar en quien atiende a sus cantes erizamiento repentino de los vellos (como escarpias, dicen las viejas de aquí) y alguna que otra lágrima. Tal es su fuerza, y en ella, pese a figurar las durezas de la vida flamenca, nunca faltó una concesión a la alegría de vivir. Así, también hay un poso dulce en el cante de La Paquera, circunstancia que, como en el caso de Camarón, contribuyó a acercar a muchos a su cante pero sin salirse de la ortodoxia. De lo que sí le faltaba poco para salirse era de la guitarra a la vista de los tonos que alcanzaba, lo que puede constatarse viendo el lugar en que Morao o Parrilla de Jerez tenían que colocar la cejilla para acompañarla. Tras comenzar, como solía pasar, cantando en fiestas, la cantaora del barrio de San Miguel, otro ejemplo del mestizaje entre gitanos y gachós que ha existido desde siempre en Jerez, dio el salto a la capital para recalar en el conocido Corral de la Morería y grabó su primer trabajo al comenzar los años cincuenta. No obstante, al igual que tantos otros, en los inicios fue más prolija en actuaciones en teatros y otros eventos por tierras de España que en grabaciones por las particularidades de la época. Sea como sea, crítica, aficionados y artistas flamencos (incluso Agujetas, habitualmente reacio a valorar a otros cantaores que no sean él) tardaron pronto en rendirse a su genio y reconocer la magnitud de La Paquera, cuya situación familiar también favoreció ese triunfo. Y es que, como explicaba el irrepetible Moraíto Chico en el documental ‘El cante bueno duele’ sobre la también jerezana María Bala, exceptuando a La Paquera y a Fernanda y Bernarda de Utrera, las tres solteras, fueron muchas las cantaoras que no pudieron pasar más allá de las fiestas familiares o los patios de vecinos por obra y gracia de sus respectivos esposos, reacios a que abandonaran el hogar o viajaran para mostrar su arte al público. No fue, por suerte, el caso de La Paquera, cuyas soleás, seguiriyas o alegrías estremecieron con ese torrente tan suyo a todos los buenos aficionados. Sólo evitó cantar con su inmortal voz la...

Leer más
-
-
Ir a la barra de herramientas