Ilegales, psicopolítica irreverente: Hay un motín en el musiquiátrico
Ago10

Ilegales, psicopolítica irreverente: Hay un motín en el musiquiátrico

Nos vemos ante el deber de manifestar que este artículo no versa sobre Los Ilegales de la República Dominicana, autores de archiconocidos temas pachangueros merengue-house; se trata, en este caso, de los no menos conocidos Ilegales de Expaña, asturianos para más inri. Ilegales fue un grupo dedicado fundamentalmente al rock’n’roll de letras ácidas, algo que desde éste nuestro consultorio os presentamos como una horterada muy recomendable. Millones de ventas nos avalan, consulten a su farmacéutico o chamán más cercano. El embrión del mal que recibe la nomenclatura de Ilegales se puede diseccionar en los nombres de dos efímeros grupos previos al proyecto, Madson y Los Metálicos, que aglutinaron a los miembros de la futura banda. En 1980 pasaron a llamarse Ilegales, nombre con el que ganarían el concurso Villa de Oviedo, hecho que les permitió grabar sus primeros temas (1ª muestra Pop Rock de Asturias, 1981). El mismo año, aprovechando el tirón, publicaron el EP «La pasta en la mano/Revuelta juvenil en Mongolia» (Discos Arrebato), que incluye la mencionada apología a las revueltas mongólicas, definida por una potencia que infecta de lejía sin marca la boca de nuestros estómagos. Su característica provocación punzante no tardaría en llegar. Sucedió con el disco «Ilegales» (Hi-Fi Electrónica, 1982), en el cual brindaron el ultraconflictivo «¡Heil! Hitler», que daría mucho pie a la especulación sobre las supuestas afiliaciones de sus miembros. Al recurrir en su lírica a temáticas relacionadas con el nacionalsocialismo (desde una postura políticamente indefinida, eso sí), consiguen resumir la ecuación perfecta para ser categorizados como nazis, tal y como viene sucediendo con otros grupos de ayer y hoy. Cada uno que saque sus propias conclusiones. Su siguiente disco, «Agotados de Esperar el fin» (EPIC, 1984), fue un rotundo éxito que les abrió las puertas de salas de conciertos de media España. Sin duda, la potencia de la discográfica en cuestión facilitó que se ampliara su espectro de difusión. «Odio los pasodobles» manifiesta el rechazo visceral hacia el folklore español más típico y pútrido. Continúan provocando en «Todos están muertos» (Discóbolo Records, 1985),  bien con temas como «Eres una puta», bien con los himnos a la desobediencia civil «Todo lo que digáis que somos» o «No me gusta el trabajo». Todo el disco forma una macrofotografía musical que atrapa sus diferentes historias, a medio camino entre la sinceridad del cantautor y la espontaneidad punk. El potente ruido que emitían provocó una denuncia por parte de los vecinos del local de ensayo, ante lo cual declararon dejaron claras sus intenciones con el corte «Hacer mucho ruido». El álbum «Chicos pálidos para la máquina» (1988) es un disco de reformulación del proyecto; pasando...

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