-Nombre: CORCOBADO, Javier
-Alías: DUQUE DEL RUIDO NEGRO
-Incidencias destacables: Multitud de canciones sobre la muerte. Posible disfunción interna eros/thanathos
Mediados los ochenta el sujeto Javier Corcobado fue localizado formando parte de grupos post punk altamente arriesgados como 429 Engaños, con el cual alumbra una maqueta realmente precaria, o Mar Otra Vez, formación que bebía claramente de bandas kraut rock como SPK o Einsturzerde Naubatuen y con la cual Corcobado grabó sus primeros LP’s (incluido un split face to face con Aviador Dro), discos que a la larga han devenido en material de culto para freaks en España y en gran parte de América (y muy especialmente en México, donde Corcobado es bastante conocido).
Con los posteriores Demonios tus ojos, el duque del ruido negro se abre a la no wave neoyorquina de James White y de Lydia Lunch, por lo que se música se caotiza más si cabe. Demonios Tus Ojos duró poco, pero tuvo tiempo de telonear a Sonic Youth.
«Agrio Beso» (1989) supone su primer disco en solitario, un larga duración marcado por la total experimentación y un acabado spoken word común a todos los temas. Ese mismo año edita «Chatarra de sangre y cielo«, un primer poemario que servirá para dar nombre a su siguiente proyecto musical, Corcobado & Chatarreros de Sangre y Cielo, nueva formación a lo Bad Seeds bajo la que editará tres discos hasta 1995.
El Lp «Tormenta de Tormento», lanzado en 1991, alcanzó bastante popularidad entre el público especializado, y Corcobado y sus Chatarreros se convirtieron en abanderados de esa hornada de grupos que, mediados los noventa, mezclaron a partes iguales noise y literatura (véase Vírgenes Adolescentes o 713avo Amor). Corcobado deviene por entonces en un auténtico Nick Cave hispánico, un incunable en sí mismo y por sí, un músico (¡un músico al fin!) que no necesita de estrellatos y ventas a tutiplén para haber hecho y hacer lo que le sale de los huevos. Es calvo, no canta especialmente bien y su música resulta cargante por momentos. Tú y yo sabemos que nunca estará en el Viñarock, ni siquiera el primer día de festival y a las tres de la tarde. Ni falta que le (nos) hace.
Corcobado no ha parado de editar muchos y variados discos, singles, splits y recopilatorios, abriendo cada vez más -y con más aciertos que derrotas- su espectro musical. Las publicaciones «Boleros enfermos de amor I y II» (1993 y 1996, respectivamente), «Parole» (1995, donde se atreve a versionar al mismo Rafael) o «Corcobator» (1999) son ya parte integrante del legado musical español (o del estado español, para los escrupulosos).
El split con los vascos Hermana Mary titulado «Banco Amor», y en el que la voz aguardentosa de Javier se mezcla con la muy cristalina de la solista, resulta quizás su mejor disco de aquellos años. «Mis heridas», «El caso», «La chica de las nieves» o «Turbia ciudad» rezuman lirismo exacerbado, como si exprimieras los improbables frutos del árbol tumefacto que viviera junto a la tumba de Edgar Allan Poe. O de William S. Burroughs. O de Leopoldo María Panero hijo.
En 2009 publicó una buena antología poética titulada «Cartas a una revista pornográfica viuda», que coincidió casi con el lanzamiento del que hasta la fecha es su último disco, «A nadie», que resulta un trabajo altamente ecléctico en cuanto a su acabado y en el que destacan el inclasificable medio tiempo «En el coño del mar», el mórbido «Caballitos de anís» (con un subidón final a lo Kusturika que sorprende por ajeno a la tradición corcobada), o el bolero de corte rafaeliano que da título al disco.
Imagen: wilijimenez.lamula.pe
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